El eterno retorno de Peter Pan

"Todas las primaveras, excepto cuando se le olvida, viene Peter Pan a buscar a Wendy para llevársela al País del Nunca Jamás, donde ella le cuenta mil cuentos de los que él mismo es héroe, y que Peter escucha con ansiedad. Cuando Wendy crezca, tendrá una niña que, a su vez, será la madrecita de Peter Pan; y así sucederá siempre, siempre, mientras los niños sean alegres, inocentes...y un poquito egoístas". Con este párrafo concluyó Sir James M.Barrie en 1904, su novela Peter Pan y Wendy. La historia del niño que no quiso crecer.. El escritor inglés nos promete que Peter Pan regresará "siempre, siempre" y, efectivamente, así sucede: en estos días se ha estrenado en Buenos Aires una película de Steven Spielberg en la que el personaje creado por Barrie regresa con sus aventuras al cine.

La novela del escritor inglés se ha convertido en un clásico de la literatura universal. El autor nos habla de un personaje que se transformó en el paradigma del niño eterno, ofreciéndonos, así, una rica materia prima no solo para la recreación artística sino también para la reflexión psicoanalítica.

En el País del Nunca Jamás

En la novela de Barrie, Peter Pan visita con frecuencia el hogar de Wendy. Sin que nadie lo vea, el curioso niño - que tiene la facultad de volar - acude a escuchar los cuentos que mamá Darling les relata a sus cuatro hijos. En una de esas visitas, Wendy, la mayor, descubre a Peter. El la convence para viajar al País del Nunca Jamás. Allí, Wendy les contará a los chicos esos cuentos que tan bien conoce. Se transformará, así, en una madre sustituta. Púber a la que le encanta ser madre, es la versión inglesa - aunque más poética - de la Susanita de Quino. Transcurrido un tiempo, viendo que en ese país no es posible crecer y que Peter no quiere asumir responsabilidades adultas, Wendy regresa a su hogar, prometiéndole a Peter que cada primavera volverá para limpiarle y ordenarle la casita. Barrie lo decía: Peter no tiene noción del tiempo. Vive en ese extraño lugar en el que el tiempo está detenido y la vejez y la muerte no existen. Entre otros curiosos habitantes, también se encuentran allí los Niños Perdidos. Ellos son "los que se caen de sus cochecitos cuando sus niñeras están distraídas". Peter los recoge y los lleva al País del Nunca Jamás.

La historia de Wendy

Es una historia común. Un papá que a veces se pone celoso de sus propios hijos, con los que compite por el amor de su esposa. Una mamá que quiere mucho a sus niños y que, como tantas otras mamás, desearía que éstos quedaran siempre pequeños. Tal es así que un día, siendo Wendy muy chiquita, enternecida la señora Darling porque su hija le había regalado una flor, le dijo: "¿Por qué no habrías de quedarte así de pequeña para siempre?" Por otra parte, si Wendy crecía, su madre también. Querer detener el paso del tiempo significa, entre otras cosas, esquivarle a la vejez y a la muerte. Para poder crecer, dejar de ser niña y empezar a ser adolescente, Wendy debía escaparse de su casa. Por otro lado, estaba signada por sus nombres, ya que "to wend" significa irse, encaminarse y"Darling", querida.

El síndrome de Peter Pan

Barrie no nos relata en su novela por qué bautizó a Peter con el apellido Pan. Sólo nos cuenta que es un niño sin padres. Uno de los niños perdidos. Estos, en realidad, son huérfanos. Un niño perdido es aquel que carece de madre que lo sostenga - se cae del cochecito - y que, de adulto, seguirá necesitando depender de los otros de manera infantil. Todos conocemos a algún niño perdido; no todos habitan en el País del Nunca Jamás.

Pan es el nombre de un dios griego y la descripción que hace Barrie coincide perfectamente con la imagen que los mitólogos nos dan de ese dios. El autor nos cuenta que "Peter Pan llegaba muchas veces por la noche al cuarto de Wendy, se sentaba a los pies de su cama y tocaba para ella su caramillo". Al dios Pan también se lo representa llevando en la mano la flauta o caramillo, cuya invención se le atribuye. Tenía cuernos y

pies de cabra y el cuerpo cubierto de vello. Peter también tiene un halo silvestre y cada vez que visita a Wendy deja un reguero de hojas secas. La mitología nos dice que el dios Pan era hijo de Hermes y de una ninfa que lo abandonó, recién nacido, por su fealdad. Igual que Peter, tuvo una madre que no lo sostuvo.

Quien no es contenido en el regazo materno es frecuente que no pueda llegar, por su parte, a contener a nadie. Tanto es así, que un psicólogo norteamericano, Dan Kiley, denominó síndrome de Peter Pan al conjunto de rasgos que tiene aquella persona que no sabe y no puede renunciar a ser hijo para empezar a ser padre. Aunque ese síndrome también se encarna en la mujer, parecería que los varones son más proclives a sufrirlo. Tal vez porque el cuidado de los hijos es considerado, en nuestra cultura, una responsabilidad de las mujeres.

Spielberg nos presenta en su película a un Peter adulto que ya no habita en las mágicas tierras del Nunca Jamás. Ha perdido las virtudes del niño que alguna vez fuera, entre ellas la imaginación y la habilidad para volar. Mantuvo, en cambio, la dificultad para hacerse cargo de sus funciones paternas. Forzado a regresar al País del Nunca Jamás para enfrentarse otra vez con el Capitán Garfio - su tradicional adversario-, recupera aquellas capacidades que poseía en su infancia. No es casual, por otra parte, que haya sido Robin Willams el elegido para interpretar a Peter. Su ductilidad, simpatía y encanto le permiten encarnar al niño eterno.

Disfrutando con la novela de Barrie y la película de Spielberg, cada uno de nosotros puede alcanzar el placer de reencontrarse con la criatura que aún lleva dentro de sí. Es por eso que, parafraseando a Barrie, podríamos decir que Peter Pan regresará siempre, siempre, mientras los niños sean alegres, inocentes...y hasta un poquito egoístas.