Recién, mientras estaba haciendo cola en el Banco para poder retirar para mi hijo los últimos dólares del corralito del mes y del año, al comentar entre mis vecinos de cola que esta noche habrá cacerolazo, pregunté si alguien sabía cual había sido el primero. Estaba pronta a dar la definición con la que seguiré al final cuando una mujer joven se me adelantó diciendo que fue en Chile, en los finales del gobierno de Allende, cuando la gente salía a la calle con cacerolas protestando por no tener comida. Me horroricé. La joven vio mi gesto, y se me adelantó a ponerlo en palabras: "Todo depende del sentido que se le dé." Quedó claro entre ambas que el sentido de nuestro cacerolazo no es pedir que venga un Pinochet a "salvarnos". Ya hemos aprendido que golpear la puerta de los cuarteles es meter la cabeza en la boca del lobo. No sé qué pedía el pueblo chileno con ese gesto. Si sólo comida o que se fuera Salvador Allende. Estoy tan ocupada en las historias de cada vida que se me pierde la historia de un país. Pueden, si lo desean, llamarlo "deformación profesional". Seguramente algunas de Uds. podrán aportar algo a esta zona oscura de la historia de Chile
En lo personal, la primera vez que escuché hablar del cacerolazo como práctica de resistencia fue hace varios años, creo que en unas jornadas sobre Salud de las Mujeres. Alguna de las allí presentes relató que un grupo de mujeres que vvían en una villa, cuando se enteraba que entre sus habitantes había un golpeador o un abusador de menores, iba hasta su casa para escracharlo a golpes de ollas y cucharones. El resultado era, indefectiblemente, que quien abusaba de tal modo de su poder tenía, por lo menos, que mudarse de barrio. Estas mujeres sabían que la policía no solamente no hacía nada sino que, tal vez, hasta era cómplice. Asimismo, el escrache como forma de hacer justicia también lo conocemos gracias a la agrupación HIJOS.
Modos pacíficos, pero efectivos, de hacerle saber a todo aquel que, de un modo u otro, abusa de su prójimo, que en algún momento la Justicia llega. ( ¿Por qué la representarán con los ojos vendados, si ella tiene que tenerlos bien abiertos?)
Levantarse de la mesa de un restaurante cuando ha entrado un desaparecedor de personas, un Astiz o un Massera, también son modos de escrache. Que esa clase de gente no pueda caminar por la calle impunemente, que no vivan en paz. Por lo menos, eso.
La cacerola como símbolo femenino está siendo respetada ahora por los varones dignos, que se han apropiado del método del cacerolazo para usarlo junto a sus co-ciudadanas como método de protesta. No más armas, nos más misiles, no más espadas. Sólo la cacerola, y la mirada a los ojos. Ese otro método de resistencia utilizado por muchas mujeres que han logrado así no ser violadas. "Ordeno, no me mire a los ojos" le dijo el torturador Etchecoslaz, abiertamente incómodo, a la señora Magdalena Ruiz Guiñazú cuando ella testimonió contra él. Este torturador no soportó que una mujer tuviera la fuerza de mirarlo de ese modo, como diciéndole "Ud. a mi no me puede quebrar en mi dignidad de ser humano."
No nos pueden quebrar en nuestra dignidad, nunca más. Y que se entienda que no queríamos la renuncia de De la Rúa ni que venga ningún milico a sustituirlo. Queremos respeto y que los políticos recuerden que cuando los elegimos es para que gobiernen, no para que roben. Parafraseando al escritor Leopoldo Brizuela - Clarín 31 de diciembre de 2001, sección Opinión- digo que nuestros políticos tienen el deber de cuidar, mientras que nosotras y nosotros tenemos el derecho de imaginar nuestros destinos.
Un abrazo feminista
Isabel Monzón